Cuando naces en Cádiz,
eres hijo del levante,
de la Sal
y las Mareas.
Eres hijo de la Luz.
No hay nada que pueda evitar que las Lunas te influencien.
Naciste de el Azul de sus cielos y del Blanco de la espuma de su Mar.
El viento de levante te guía por sus playas, desiertas de turistas, rugiendo por una soledad necesaria, reclamando un tiempo de resilencia, en el más absoluto de los silencios.
Llevo el Levante en las entrañas.
Es este aire, cálido y sofocante, el que me hace más del Sur que ninguna otra cosa que pueda ser.
Cuando decide visitar sus infinitas playas blancas, lo hace para llevarse las penas.
Saca una capa de piel, de arena, fruto de siglos de marea y se la lleva por el mundo, para que no duela tanto.
Un puñadito a África, otro al Norte de Europa, el último a Nunca Jamás, con Wendy , para no recordar el dolor.
Amanece el Levante en calma, todas las huellas fueron borradas , y el tono rosado y violeta de su cielo me da esa paz que no encuentro.
Reconozco que te amo, no sé si podré vivir sin tus ojos mirándome embelesados al despertar la mañana. Aún siento la calidez de tus manos en mi cuerpo, la dulzura de tus palabras a mi oído, aún tu espíritu sigue conmigo.
Te cito en Primavera en Bolonia, o en Punta Paloma .
Vámonos a la Cala del Aceite a pasear, cómprame un bikini de Mala Mujer, vamos a pescar Atunes salvajes al Estrecho. Deja que nos siguan los delfines.
El Paseo de Santa Catalina te espera , igual que yo.
No hay nada como un café al atardecer desde la Caleta.
No será lo mismo comer ostiones y erizos sin tí en Puerta Tierra…
Mi guitarra llora tu ausencia.
Te espero, déjate arrastrar con este viento de levante que te mando, cierra los ojos, sólo siéntelo .
Isabel Racero