
Hoy he limpiado la cocina. Ha sido la primera vez, las anteriores nunca estuve.
Mi cocina es vieja, pero es mi cocina. Todo está exactamente dónde lo he puesto y yo soy el chef cuando estoy en ella.
Nadie la cocina como yo, me ha invadido el espíritu de Máster Chef y para ella, tengo ya 3 o cuatro estrellas Michelín .
Nos gusta estar juntas, solas ella y yo, una copa de vino frizzante y toda la compra que almaceno en mi viejo frigorífico.
Ahora que brilla y huele a amoniaco mezclado con el último guiso del medio día, me incita la muy zorra a hacer bizcochos:
– anímate a usar el horno, no pierdes nada.
Llevo unos 25 años resistiendome. Los Hornos y yo nunca hemos hecho buena miga. Él está nuevo y yo no me salto la dieta, ese es nuestro pacto.
Salvo cuando hay invitados, que entonces sí, diseño un menú (mirando internet), siempre improviso y me sale genial. Podría escribir un libro de cocina : «Cocina express con 5 estrellas». Ya nunca hay invitados, puto virus.
No tengo robots de cocina, a mí me gusta cocinar. Recuerdo a mi abuela María, con un delantal, entre fogones, cómo haciendo pócimas mágicas. Ojalá llegue a ser cómo ella .
No sé cocinar sin delantal. Debe haber una primera vez para todo. La vida, está llena de primeras veces, pero yo eso se lo dejo a mis cactus, que florecen por primera vez en este Noviembre raro de pandemia, mientras yo lloro cortando la cebolla , me desahogo y me quedo nueva.
Isabel Racero